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En parte, Mauthausen

Daba los últimos coletazos el verano de 2014 cuando estábamos haciendo la ruta del Danubio en bici. Fueron algo más de quinientos kilómetros cruzando Austria entre maizales, por la orilla del río y entre grandes centrales eléctricas. Uno de los puntos de la ruta era Mauthausen.

Recuerdo que tuvimos que cruzar a la otra orilla del Danubio para pasar a un pueblo precioso y tranquilo. Ya desde la barcaza asomaba la fortaleza que fue el campo de concentración. Tuvimos que ascender durante al menos dos kilómetros con mucho desnivel, acabé empujando la bici al final de la cuesta. Y a lo lejos entre la maleza el campo de concentración de Mauthausen, que desde esa distancia parecía una de nuestras cárceles modernas. Un recinto visto en tantas películas y al que me acercaba con muchos prejuicios. Estamos tan condicionados por lo que nos cuentan, y por las consecuencias que sacamos de lo que nos cuentan, que el juicio previo es inevitable. Pensaba que iba a ver un parque temático, pero esto es Austria, un país que cuida su memoria.


Según atraviesas la puerta de entrada (a la que le falta un águila con la esvástica), hay un patio con galpones y el peso del aire parece cambiar, es algo difícil de explicar. Forzada por lo que allí se ve y se explica, fui incapaz de tomar planos abiertos y no quise limitar las imágenes a lo meramente documental, sino mostrar una parte para que cada cual lo integrara en un todo. Dado que las imágenes de tragedias están tan mediatizadas, quise descartar el ruido de fondo para ir a los pedazos de esas historias.


Con una cerradura o una pared desconchada podemos construir la pequeña historia; la gran Historia con mayúsculas la conocemos por películas, libros, documentales. Es más difícil suscitar la pequeña historia; eso ni se ve, ni se lee: se reconstruye. Una puerta no solo es una puerta, debe decirnos quién la abrió, quién tenía la llave de esa cerradura, a qué habitaciones conducía, quién había dentro, cómo chillaban sus goznes…También el óxido, las ventanas sin abrir. Las rejas, los campos vallados, las alambradas. Los grifos. El mapa del espanto en las paredes. Aquí cada parte tiene una identidad propia que no conforma un orden establecido. Cada parte cumple su función, el orden y el todo lo damos nosotros. Quizás podamos completar una parte de la historia asomándonos al abismo. Aquí, de momento, tenemos las partes.

Rocío Martín, Madrid 2017

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